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126aJUAN MANUEL CORTÉS COPETE
quier lugar del imperio podía convertirse en centro político durante algunos
días. En cualquier lugar del imperio, ya fuese la propia Roma, una ciudad
privilegiada o una polis griega, una casa privada o un campamento militar, el
emperador podía ejercer sus poderes, ordenar, regular, conceder privilegios y
dictar justicia.
Sin embargo, la movilidad del emperador podía resultar contraproducen-
te. Roma era un destino seguro, y a la capital podían dirigir sus pasos todas
las legaciones cívicas y todos los demandantes de auxilio o justicia. Sin em-
bargo, la movilidad de la corte imperial suscitaba la cuestión de a dónde di-
rigirse para conseguir un encuentro con el emperador. Por fortuna, no resul-
taba imposible encontrar al emperador viajando por el imperio. Ni las rutas
eran improvisadas ni las paradas eran aleatorias. Todo estaba bien organiza-
do y la información sobre el viaje, al menos en algunos de sus aspectos, es-
taba disponible. La experiencia militar en el movimiento de grandes contin-
gentes había sido determinante para facilitar la movilidad del emperador.
Un papiro egipcio nos informa de los preparativos para recibir al empera-
dor durante su visita en el año 130 d.C. Con más de seis meses de antelación
ya estaban dadas las órdenes para hacer acopio de los víveres necesarios
«para la visita del gran Emperador César, Trajano Adriano Augusto» (πρὸς
παρουσίας τοῦ μεγίστου Αὐτοκράτορος Καίσαρος Τραϊανοῦ Ἀδριανοῦ
.
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Σεβαστοῦ) . Es evidente que los servicios de la intendencia militar organi-
zaban a conciencia el itinerario de Adriano, sabiendo que la escolta y la corte
podrían sumar varios millares de personas y que la velocidad de marcha no
superaría una media de treinta kilómetros diarios. Una inscripción fragmen-
taria de Roma recoge una parte del itinerario del primer viaje del emperador,
de aquel que lo llevó de Antioquía a Roma, a través de Asia Menor, Tracia,
las provincias del Danubio e Italia. Son siete etapas las incluidas en el frag-
mento superviviente de la inscripción, todas ellas ubicadas tras el cruce de
las Puertas Cilicias en dirección norte: Mopsucrene, Panhormos, Aquas Ca-
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lidas, Tynna, Tyana y Andabalis . Estas localidades estaban separadas entre
sí por distancias que iban entre las 15 y las 20 millas, es decir entre los 22 y
los 30 kilómetros. Cada una de estas estaciones va acompañada de la fecha de
estancia, entre el 13 y 19 de octubre del año 117. En definitiva, el itinerario
imperial era conocido y los delegados de las ciudades podían preparar su viaje
con la suficiente previsión para encontrarse con el emperador en el camino.
Esto es lo que hicieron precisamente los embajadores de Astypalea que
quisieron entregar al emperador una tercera carta oficial en la primavera del
38 VAN GRONINGEN, 1956, p. 253-256.
39 CIL VI.5079. BIRLEY, 1997, p. 83.