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124aJUAN MANUEL CORTÉS COPETE
Resulta absolutamente esclarecedora la comparación entre el número de
cartas griegas conservadas de Adriano y las de su inmediato predecesor. De
Trajano, Oliver fue capaz de reunir once documentos; de Adriano, en cam-
bio, compiló más de cincuenta cartas que, hoy y gracias a nuevos hallazgos y
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lecturas, puede superar ochenta documentos . Obviamente, y salvo en algu-
nos casos en los que el propio emperador ordenó la publicación, fueron las
ciudades las responsables de los monumentos epigráficos en los que se han
conservado estas cartas, por lo que esta diferencia de números no puede ex-
plicarse sólo por el aumento de la actividad de la cancillería imperial. No
obstante, la presencia de Trajano en Oriente en los últimos años de su reina-
do podría haber invitado a un aumento de la actividad diplomática y episto-
lar. Sin embargo, esto no fue así. Para Trajano, como para sus predecesores,
la Cancillería no era la vía preferente de relación con los súbditos sino el
instrumento de comunicación con gobernadores y procuradores. Todo cam-
bió con Adriano.
Desde los primeros días de su reinado, ante Adriano llegaron legaciones
de las ciudades para felicitar al nuevo emperador por su ascenso al trono.
Las legaciones fueron contestadas oficialmente por cartas del emperador.
Con ellas empezaba una nueva forma de gobierno que, más allá de las apa-
riencias, otorgaba la iniciativa al propio emperador. Fue Adriano quien quiso
hacer de su presencia en las provincias un iniciador del diálogo con los súb-
ditos. El envío de embajadas cívicas fue la reacción ante la nueva disposi-
ción de Adriano; el incremento del número de cartas editadas por las ciuda-
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des fue el síntoma de la vigencia de aquella forma de diálogo .
Me parece claro que Adriano, convertido en emperador en circunstancias
excepcionales, eligió configurar su monarquía bajo los parámetros de los re-
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yes helenísticos y, como para ellos también, la cancillería y la lengua grie-
ga se convirtieron en instrumentos fundamentales de su gobierno. A ello ha-
bría de añadir su viaje constante, que le permitió no sólo ser conocido en el
imperio sino fraguar una nueva base social para su gobierno. Esta nueva base
social encontraba su principal soporte en las ciudades de las provincias y era
necesario mantener una comunicación directa y fluida con ellas. Las emba-
jadas y los correos comenzaron a circular como nunca antes lo habían hecho.
Y así, los servicios que antes se usaban para comunicarse con los gobernado-
res y delegados romanos, ahora se utilizaron para hablar con los súbditos: a
las provincias desde las provincias.
32 OLIVER, 1989, n. 44-57 (Trajano), n. 58-122 (Adriano). CORTÉS COPETE, 2017, p. 113-115.
33 CORTÉS COPETE, 2017.
34 CALANDRA, 1996, p. 119-132.