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122aJUAN MANUEL CORTÉS COPETE
A pesar de la anticipación de Tácito, en realidad Adriano fue el primer
emperador plenamente creado fuera de Roma, extra Urbem. Aquellos suce-
sos tuvieron, a mi entender, dos consecuencias fundamentales y profunda-
mente relacionadas entre sí: se había desvelado que el senado, anclado a la
ciudad de Roma, era un factor secundario en la configuración del poder im-
perial, y se había evidenciado que el poder imperial se podía ejercer en la
distancia, sin necesidad de ocupar una sede cualificada, tanto desde el punto
de vista político como jurídico y religioso. El poder imperial era un poder
ecuménico; el senado, en cambio, era una institución de la Urbs; la res pu-
blica no podía estar sin emperador.
5. Gobernar desde (y para) las provincias
La carta fue un instrumento imprescindible para el imperio romano desde
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los albores de la institución imperial . La autonomía de acción de la que go-
zaban los gobernadores de las provincias en tiempos de la República había
quedado profundamente limitada desde la victoria de Accio y la ordenación
institucional del 27 a.C. Es obvio que los legados de Augusto en las provin-
cias necesitaban recibir las órdenes, mandata, de su jefe, y que estas les ha-
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bían de llegar por carta . Lo mismo podría decirse de los procuradores im-
periales, repartidos por todas las provincias. Por otra parte, la intervención
del príncipe en las provincias del pueblo no fue una cuestión anecdótica, sino
una práctica firmemente asentada desde el principio. Los procónsules tam-
bién recibían las cartas del emperador y estaban obligados a dar cumpli-
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miento a sus órdenes . El imperio, desde sus propios comienzos, tuvo un
firme sostén epistolar. Sin embargo, con la llegada de Adriano al trono, el
valor estratégico de la carta como instrumento de la gobernación se acre-
centó exponencialmente, hasta constituir un verdadero modo de gobierno. La
razón no estaba sólo en la multiplicación del número de cartas sino en que la
comunicación epistolar se convirtió en un instrumento preferente para la re-
lación con los súbditos, y no sólo con los administradores imperiales. Con-
viene ahora examinar con cierto detalle estos cambios.
Durante el siglo primero de nuestra era, los emperadores no habían resi-
dido permanentemente en Roma. Algunos prefirieron vivir en otros lugares
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de Italia; otros partieron para las fronteras a emprender o terminar guerras .
Por lo tanto, se habían visto obligados a utilizar las cartas para comunicarse
25 CORCORAN, 2014.
26 MAROTTA, 1991, p. 71-96.
27 HURLET, 2018, p. 233-301.
28 HALFMANN, 1986. CHAUSSON, 2012, p. 17-35.