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118aJUAN MANUEL CORTÉS COPETE

                           vincial. En las siguientes décadas de lucha política, el ejemplo de Sertorio se
                           convirtió en un precedente inquietante.
                             Sila sostuvo siempre la legitimidad del senado romano, con el que man-
                           tuvo contactos durante su estancia en Oriente. Sin embargo, Plutarco afirmó
                           que los senadores que huyeron a refugiarse con él, durante un corto periodo
                           de  tiempo,  pretendieron  incluso  arrogarse  la  apariencia  de  senado  (περὶ
                                                                     11
                           αὐτὸν  ὀλίγου  χρόνου  σχῆμα  βουλῆς  ἐγεγόνει) .  No  menos  ambigüedades
                                                                             12
                           presenta la actuación de Pompeyo, a decir de Casio Dion . En Tesalónica, a
                           inicios del año 48 a.C., tras la toma de posesión de los nuevos cónsules y
                           demás magistrados en Roma, los pompeyanos simularon tener consigo la le-
                           gitimidad política, otorgando carácter sagrado a una parcela de terreno para
                           poder consultar los oráculos – τι καὶ χωρίον ἐς τὰ οἰωνίσματα – y asegurar
                           que  tanto  la  ciudad  como  el  pueblo  estaban  allí  presentes  –  ὥστε  καὶ  τὸν
                           δῆμον δι᾽αὐτῶν τήν τε πόλιν ἅπασαν ἐνταῦθα εἶναι νομίζεσθαι. Siguiendo la
                           lectura de los manuscritos, δι᾽αὐτῶν, es evidente que se pretendía que la le-
                           gitimidad se adquiría por la sola presencia de aquellos senadores que habían
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                           marchado con Pompeyo .
                             El debate político y jurídico sobre la posibilidad de que el senado pudiera
                           constituirse fuera de Roma llegó vivo al episodio final de las guerras civiles,
                           Accio. Los senadores se habían repartido entre ambos contendientes. Antes
                           del  enfrentamiento  final,  Octavio  ordenó  convocar  el  senado  en  Roma.
                           Mientras,  Antonio  reunió  una  suerte  de  senado  –  βουλὴν  τέ  τινα  ἐκ  τῶν
                                                                                      14
                           παρόντων ἤθροισε – con todos los senadores que lo acompañaban . La vic-
                           toria de Augusto cerró el debate, por un tiempo: Roma debía ser la sede del
                           poder. En las sesiones del senado de principios del año 27 a.C. se ratificó
                           esta decisión sobre la relación entre el poder imperial que nacía, el senado y
                           la ciudad de Roma. En la Curia, el joven César devolvió el poder al pueblo y
                           el senado, instituciones que sólo podrían constituirse sobre el solar de Roma.
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                           A cambio, recibió el título de Augusto .


                           3. El senado y la Urbs


                             El interés por el lugar o lugares de reunión del senado se mantuvo du-
                           rante la época imperial. Es indudable que, de alguna forma, Augusto había
                           tratado de resolver el problema de cómo y cuándo un acuerdo del senado ha-


                             11  Plut., Sulla 22.1.
                             12  Cass. Dio, 41.43.2.
                             13  OOTEGHEM, 1954, p. 591-592. GABBA, 1960, p. 224-226.
                             14  Cass. Dio, 50.3.2.
                             15  HURLET, 2015, p. 70-77.
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